Trastornos de Ansiedad: Agorafobia
La agorafobia es un trastorno de ansiedad que
consiste en el miedo a
las situaciones cuya evitación es difícil o embarazosa, o donde no se puede
recibir ayuda en caso de sufrir una crisis de pánico.
Posibles causas
El trastorno se genera
probablemente por alguna experiencia negativa por parte de la persona, quien al
evitar las situaciones parecidas está desarrollando un mecanismo de aprendizaje
que hace permanecer el problema. Entre los factores de riesgo se pueden incluir
episodios relacionados con intensos niveles de pánico o experimentar eventos
estresantes, incluido el abuso sexual o físico durante la infancia.
La agorafobia suele
incluir o desarrollar en la persona afectada otras fobias más específicas,
tales como estar o quedarse solo/a (anuptafobia),
fobia a los lugares cerrados (claustrofobia), a las alturas (acrofobia), al agua (hidrofobia), a estar rodeado de
gente (enoclofobia), a las
enfermedades (hipocondría), al día o a la noche (nictofobia),
al tiempo/clima (cronofobia).
En los casos
graves las personas con agorafobia pueden pasar la mayor parte del tiempo en
casa en compañía de familiares y llegar incluso al aislamiento total. Estas
personas se ven incapacitadas para realizar actividades diarias.
Este trastorno tiene un
mayor porcentaje de pacientes mujeres que hombres. Las mujeres tienen
porcentajes más altos de coexistencia de la agorafobia con otros problemas en
el caso del trastorno de ansiedad generalizada, trastornos fóbicos y depresión
mayor. Sin embargo, en los hombres tienen una mayor incidencia en el abuso de
sustancias. La edad de comienzo de este trastorno se sitúa aproximadamente
entre los 25 y los 30 años.
Síntomas
El afectado siente
intensas sensaciones fisiológicas que aparecen súbitamente o como venidas de la
nada, aumentando gradualmente y apareciendo una tras otra o varias
combinaciones a la vez, según la persona entre en un estado emocional agudo. Estas
sensaciones generalmente son:
·
taquicardia.
·
ráfagas de calor/frío.
·
calor, sudor, sofoco.
·
temblores.
·
ahogo o falta de aire.
·
mareo y vértigo.
·
sensación de irrealidad.
·
dolor u opresión en pecho.
·
astenia: fatiga o cansancio.
·
náuseas,
dificultad para tragar, sensaciones extrañas en el estómago.
·
visión borrosa o sensación de ver
luces.
·
pinchazos, calambres, entumecimiento,
tensión, piernas débiles, pérdida de sensibilidad, palidez.
·
sensación de orinar o evacuar, entre
otros.
A todo esto aparecen
automáticamente "pensamientos negativos o catastróficos" que hace que
aumente la respuesta fisiológica, convirtiendo su ansiedad en un verdadero
pánico, volviendo así un caos la estabilidad emocional del afectado, ya que se siente
extremadamente fuera de control y asegura que su estado físico-emocional no
terminará y culminará en algo catastrófico.
Dependiendo de la
sensación más aguda que se experimente, es el pensamiento que su sistema
nervioso autónomo (cerebro) dará; donde frecuentemente aparece el miedo a:
·
Tener un
ataque al corazón: Generalmente aparece en
su cerebro la creencia de que van a morir de un infarto.
Debe quedar claro que
el estrés por sí solo no causa accidentes cardíacos,
aunque se esté en el peor de los ataques de pánico. Lo que sucede en realidad
es que aparece una subida brusca en la frecuencia cardíaca para enviar más
oxígeno a los tejidos y músculos del cuerpo, ya que nuestro organismo se
prepara para correr o luchar.
·
Ahogarse o
asfixiarse: La única forma de que
una persona muera asfixiada es que no llegue oxígeno a los pulmones, y lo que
sucede en un ataque de pánico es completamente opuesto a la asfixia; el nivel
de oxígeno es superior a lo normal.
Como parte de la
respuesta de ansiedad, nuestro organismo acelera el ritmo respiratorio,
haciendo la respiración más profunda y rápida. La explicación ya se conoce: se
necesita más oxígeno en el cuerpo para luchar o correr, si no se realiza una de
estas actividades caemos en un estado de "hiperventilación"
porque hay más oxígeno del que se necesita.
·
Desmayarse: Su
temor es el de un inminente desvanecimiento o pérdida de la conciencia en pleno
ataque de pánico.
Si de pronto se desacelera
el ritmo cardíaco, la sangre no llega con suficiente fuerza a nuestro cerebro;
se produce un desmayo. Cuando se está en un ataque de pánico, el corazón late
con mayor fuerza y aumenta la presión.
·
Perder el
control o volverse loco: Esta
creencia aparece como resultado de notar anomalías en la visión, como "ver
lucecitas", sensación de irrealidad, o pensamientos acelerados de querer
escapar.
Cuando se
está en pleno ataque de pánico, el organismo se prepara para correr o luchar;
así activa todo nuestro cuerpo para una mejor reacción ante el peligro y
sobrevivir. En este caso aumenta el campo visual dilatando nuestras pupilas
para un mejor alcance visual de nuestro enemigo. Como esto no sucede, la luz
ambiental es demasiada para las pupilas dilatadas, dando a su vez la
peculiaridad de ver esas "lucecitas" vagas.
Por otro
lado, cuando se cree que se va a perder la razón pensado cosas como "me
siento mal", "¿dónde estoy?", "aquí no hay salida",
"algo me va a dar", "¿si hago el ridículo?", "tengo
que salir", "¿y si corro?", "pediré ayuda ¡ya!",
"voy a tener...", etc. A partir de ese momento la persona piensa que
se está volviendo loca, que será un enfermo mental, o quizás un esquizofrénico.
·
Miedo al miedo: Cuando se han sufrido otros ataques de pánico, la persona desarrolla
otro miedo: el miedo a sufrir otro ataque o que el próximo no tenga fin.





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